El movimiento transrealista es un movimiento artístico que se
engloba en las corrientes del arte de vanguardia.
Rudy Rucker, sostiene
que la materialidad que formalmente se nos ofrece ante nuestros sentidos es una
ínfima parte de la realidad que difícilmente logramos distinguir. Todos los
tiempos son una sola entidad que se entrelaza en su pasado, presente, futuro
con su trastiempo. El espacio es un añadido perpetuo de dimensiones, cuánticas
donde intervienen, concurrentemente, otros contextos y materialidades.
Según Sergio Badilla Castillo, el
transrealismo, que integra este movimiento generado por Rucker, genera sus
tramas a partir de la transposición del tiempo,
o sea, en los espacios donde se mezclan las entramados temporales,
suspendiéndose, así, la ilación rectilínea entre el ayer, la actualidad y la
posterioridad. Consecuencialmente la realidad se transfigura en un vínculo
referencial con un trastiempo, donde las imágenes y las praxis alegóricas se
constituyen y adquieren un significado. Así entonces la imagen momentánea asume
un rango paracrónico.
La ucronía es otro mecanismo de esta
fugacidad que consiste en registrar un suceso de
emplazamiento pretérito, de manera distinta a como eventualmente aconteció, es
decir, se materializa aquello que pudo ser, en la circunstancia material,
otorgándosele el carácter de real. Su consumación probabilística, en el plano
de la lógica filosófica, pertenece al ámbito de la conjetura, pero, en las
teorías de Einstein y Planck,
se asienta en el espacio inmaterial, en la conjunción espacio-tiempo.
El transrealismo
sostiene que la evidencia superior como entes imaginativos, es que el universo impone sus transformaciones relevantes
en el potencial sensible e intuitivo del cerebro.
Éste las recibe intrínsecamente, y en sus procesos de discernimiento, da origen
a una inacabable gama de percepciones figuradas, alegóricas o alucinadas.